Cambios imperceptibles

Siempre he sido una persona conformista, aunque bastante reacia a los cambios bruscos. Aún me sorprendo de cómo pude estar interno durante tres años y pico sin que se rompiera mi personalidad. Incluso salió reforzada y casi casi definida.

Pero estamos viviendo en una situación tan extraordinaria que los cambios se están produciendo de manera que no los vamos notando hasta que no se han producido. Por ejemplo llevar mascarilla. Desde que comenzó la pandemia hemos ido llevando mascarilla, hemos ido separándonos de los otros transeúntes, hemos comenzado a guardar cola en establecimientos, en transportes públicos…todo un reto que vamos superando sin que aparentemente cueste trabajo.

Pero no están fácil llevamos mascarilla por miedo al contagio, respetamos esas formas por miedo al contagio y aún así no nos creemos lo que está pasando. Tiene que caer la bomba para que sepamos que estamos constantemente en peligro, si no, no lo detectamos.

La pregunta no es cuándo acabará esta pandemia, pues las vacunas están ahí y tarde o temprano nos vacunaremos. La pregunta es qué va a quedar igual que antes.

Superamos la primera fase en casa. La segunda fase la superamos abriendo espacios entre nosotros en playas, cines, comercios, bares, etc. La tercera fase es una anarquía disimulada. Los comercios mantienen las limitaciones de aforo, sí, pero entramos en ellos sin ningún reparo. Nos hemos acostumbrado al gel de la entrada y a probarnos la ropa sin pensarlo dos veces. Los bares están cerrados pero siguen sirviendo para llevar. Las calles están llenas de gente pero al atardecer la ciudad parece un lugar fantasmal pues hay un toque de queda para el cierre de comercios que condiciona nuestra presencia en las calles.

Apenas si muevo el coche o la moto porque no se puede salir del entorno perimetral de la ciudad y dar vueltas por las calles como hacíamos cuando sacamos el carnet de conducir no resulta práctico. No hay gimnasio y caminamos al menos una vez al día con el fin de no entumecernos. No se puede ir al médico porque el ambulatorio está vedado y únicamente asistimos ahí los que tenemos una enfermedad crónica que necesita seguimiento. De modo que todo son cambios con relación a la situación anterior a la pandemia.

Hace cincuenta años conseguí salir del internado y a parte de lo aprendido, se reforzaron puntos importantes de mi persona que me permitieron llegar hasta aquí, hasta este momento. Ahora me propongo que cuando esto termine, a pesar de los cambios pueda decir lo mismo, sentir lo mismo y aprovechar lo aprendido.

Pero tengo una terrible duda que no me abandona ni un momento: ¿No estaré cambiando sin apenas notarlo?

Publicado el febrero 5, 2021 en No catalogado. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

Deja un comentario