Archivos Mensuales: junio 2015

Noche de San Juan.

En la plaza de mi barrio
se comienza a amontonar
un gran número de objetos
por la hoguera de San Juan.

Poco a poco los vecinos
vienen a depositar
aquellos trastos y enseres
que no pueden ya guardar.

Hay sillas, cajas, zapatos,
ropa vieja en cantidad,
papeles, cartón, revistas
y otras cien mil cosas más.

Mañana, cuando en la noche
el fuego quiera empezar
se quemarán tantas cosas
como cabe imaginar.

Y en las volutas de humo
que hasta el cielo ascenderán
se podrá ver elegancia,
misterio, duda y verdad.

La elegancia de las cosas
que quemadas mueren ya
tras prestarnos su servicio
durante un tiempo, no más.

El misterio de las llamas
purificando el lugar,
desterrando las tinieblas
de nuestra vulgaridad.

Y las dudas que nos llenan
creemos que marcharán
transportadas por el humo,
dejando más claridad.

Aunque la verdad se quede
y luego haya que limpiar
el humo, el hollín, la mugre
que tras la hoguera vendrán.

Pero hoy, noche encendida
eso aún no llegará
hasta que el último mozo
salte la brasa ancestral.

Y entonces sí, en ese salto
sí se purificarán
los más oscuros presagios
dejando tristeza atrás.

Que quemar lo que nos hiere
es una forma de hallar
el camino a las estrellas
en la noche de San Juan.

Geografia local.

He vuelto a recorrer
con iluminados ojos
el mapa de tu piel.
He vuelto a comprobar
su relieve envolvente
con mis manos.

Y quiero seguir más
explorando tu ombligo,
perdido ya el sentido,
esos dulces lugares
donde los mismos pliegues
desvelan verdades.

Mis dedos se han hecho
huéspedes de tu piel
recorriendo el relieve,
solo para sentir
ese río incipiente
que me arrastra hacia ti.

Mis ojos te miran
e intento seguir,
pero los temblores,
señales de alarma,
placeres sin nombre
nos llegan al fin.

Individuos.

Esta mañana, al ir a comprar el periódico me he enterado de que ayer hubo un importante partido de fútbol y que ganó un equipo de aquí. En el local de la prensa había un individuo que estaba despotricando contra ambos equipos, alegando que le importaba una mierda el resultado porque los dos equipos eran extranjeros.
Una amable señora le decía que a ella en Barcelona la habían tratado siempre bien, que estuvo trabajando hace algunos años y que no tenía ninguna queja de ellos. El individuo en cuestión le decía que a todos los barceloneses (por extensión a todos los catalanes) había que colgarlos.
Mientras pagaba el periódico no me pude contener y le dije: “No desees para otros lo que no quieras para ti”.
El individuo se volvió hacia mí y me reiteró su afirmación, a lo que le contesté que si también a los franceses, a los alemanes, a los portugueses, como extranjeros que eran había que aplicarles el mismo procedimiento y categóricamente me dijo que sí.
Confieso que me sentí un poco asustado. No porque el individuo en cuestión fuera más grande, más joven o que su actitud fuera violenta, no. Me asustó pensar que en este país hay muchos individuos que sueltan sus opiniones tan tranquilamente y se creen en posesión de la verdad. Vamos que solo puede quedar uno y ese ha de ser él. O los suyos, para el caso.
No sé si el tal individuo será fruto maduro de la ESO o de la LOGSE, pero sí estoy seguro de que a partir de ahora, cuando escuche a alguien pontificar sobre una evidencia de ese tipo, me guardaré mi opinión y haré que no he escuchado nada.
Y créanme, no es miedo, es precaución. En todos los movimientos sociales históricos, individuos como este han protagonizado la historia, muy a pesar de todos los demás, y no estoy dispuesto a significarme ante individuos de esa calaña. Sobre todo teniendo en cuenta mi situación de proscrito en esta tierra de acogida.